EL MITO DEL PENSAMIENTO POSITIVO

Es duro decirlo, pero ser terapeuta con cursos de fines de semana es intrusismo laboral. Aunque yo tenía claro el peligro de jugar a “psicóloga holística”, no podía hacer otra cosa que desempañarme como tal para poder comer.

Asumí este rol con la vocación innata de escuchar a las personas. Es lo único genuino que hice y se me daba sin esfuerzo. Pero para mantenerme en el mercado, me vi en la necesidad y obligación de crear un personaje con un discurso ideal, categórico y sin disertación alguna. Puesto que, aunque yo sintiera injusto invitar a cualquier persona al perdón, a cantar un mantra, a escuchar mis charlas sobre el poder de la atracción o las mecánicas del universo, no estuve ni un solo día en paz conmigo misma. Sabía que estaba manipulando a toda costa.

Además de observar el comportamiento de la gente que acudía a mi consulta como masajista y “canalizadora”, observé también las conductas de los que trabajaban en el Centro de Terapias, el cual de ahora en adelante llamaré ‘Burbuja’. De igual forma, llamaré ‘burbupeuta’ a aquella persona al servicio ciego e interesado de estos centros, excluyendo por completo a los terapeutas bien preparados, comprometidos y críticos, siempre abiertos al conocimiento sin prepotencia.

En la Burbuja, los burbupeutas tenemos una perorata muy desconectada de la realidad, puesto que no tomamos en cuenta los contextos sociales, económicos ni políticos de nadie. Simplemente se repite un discurso y se crea un protocolo donde todos deben encajar en un modo de hacer y de pensar, para conseguir la evolución tan esperada en los tiempos de cambios.

Particularmente, la frase “no permitas que te afecte” me llenaba de una profunda impotencia porque anulaba mi sentir real para reemplazarlo por otro estado ideal, uno de amor y paz que no sentía. Lo peor de este sacrificio de autoderogación fue cobrarles a otros para que hicieran lo mismo. En el fondo, yo me preguntaba a quién le conviene que no nos afecte una injusticia.

Cuando se entraba en la Burbuja, había que dejar en la puerta todo contacto con la realidad o cualquier señal de pesimismo o tristeza. Había que hablar en paz y ser consecuente con ese ideal, aún más si me quería desempeñar como burbupeuta. Tenía que ser el ejemplo vivo de una vida plena de felicidad, paz interior y sabiduría. Una prepotencia encubierta de falsa humildad y mucho cansancio.

Es conveniente señalar desde ahora que, mientras exista un sistema capitalista, es muy probable que quien regente un Centro de Terapias se vea en la necesidad de hacer negocio y vender esa felicidad y bienestar para poder subsistir en el sistema económico.

Entonces hay una incongruencia entre lo que es y el querer ser que se nos escapa de las manos, porque por un lado debemos cumplir nuestras obligaciones fiscales, muchas veces desproporcionadas, y por otro lado renunciamos a cuestionar la realidad política y social que administra nuestros bienes. Salir de la Burbuja es como salir de la mafia o de una secta, porque no es fácil sostener el vacío que nos hacen los seguidores del movimiento de la “Nueva Era” cuando renunciamos a seguir vendiendo la hipocresía del pensamiento positivo.

Finalmente salí lesa de aquello y al tiempo me prometí contar parte de esta experiencia. Entonces le di rienda suelta a mi creatividad y me apunté a un taller de dramaturgia para escribir mi primera obra de teatro: El protocolo.

 

Una comedia que muestra el otro lado del burbupeuta sin justificarlo pero sí humanizándolo, puesto que las personas ocupamos un espacio, un tiempo, un contexto, una realidasocial; necesitamos escuchas activas, comprometidas y, sobre todo, valientes. Aunque todo ello signifique renunciar a los ideales para hacer contacto con nuestra verdad,señalar al verdugo y denunciar a quien nos infligió dolor.

Para escribir la obra, además de toda la introspección, enseguida entendí que debía investigar el origen de los discursos terapéuticos. Entonces, descubrí varios temas: el poder, el dominio, la organización social, la religión, la filosofía social y el señor Platón.

Platón es el padre de “El mundo de las ideas”,donde lo perfecto y lo bello está en una parte inaccesible a cualquier entendimiento humano. Para mí Platón es el precursor del pensamiento positivo, revestido de fantasía y violencia sutil; la misma que ha utilizado el cristianismo para castigarnos con mitos y así mantener nuestra rectitud a base de chantajes y amenazas divinas, por el bien nuestro en el aquí y en el más allá.

Como hay algo perfecto en otro plano, en otro mundo, automáticamente lo que nosotros interpretamos como realidad no tiene ninguna validez porque lo que perciben nuestros sentidos es pura ilusión.

Aunque Platón haya fijado los precedentes del discurso positivista, no podemos negarle el mérito de haber profundizado en otros temas que hasta hoy siguen vigentes, en cuanto a la manipulación de la realidad y nuestra ceguera frente a lo evidente. Hablo del “Mito de la caverna” y lo ignorante que podemos ser a conveniencia de Otros, que solo exponen la sombra de lo real.

 

 

Platón fue consciente de que su planteamiento de mundo ideal era utópico, pero consideró que todos debíamos hacer el esfuerzo de acercarnos cada vez más a esa utopía. Esta es la premisa de las Burbujas y sus burbupeutas; es la ideología que yo me he dedicado a estudiar para saber exactamente la base del discurso terapéutico sin encasillarme en ninguna terapia en concreto, sino en el discurso. El lector sacará sus propias conclusiones...

Para entender por qué somos capaces de idealizar a nuestros padres, parejas, hermanos, jefes y subsistir en un matrimonio hostil, en el moobing, en una sociedad de crímenes impunes, se hace presente la formulación de algunas preguntas: ¿a quién le conviene que yo ponga la otra mejilla?, ¿que yo vea como “oportunidad” un despido improcedente?, ¿qué me crea que solo el pensamiento positivo me va a crear otra realidad? En síntesis, ¿quién se beneficia de mi ceguera y disociación?

Nos disociamos de la realidad cuando imponemos otra que solo existe en nuestro pensamiento, creer que eso va a atraernos el bienestar y la felicidad anhelada, que debilitará al sistema cuando es el sistema mismo que nos vende este humo a través de su gran negocio de libros de autoayuda y un sinfín de terapias alternativas.

Analicemos el sistema como equivalente al Estado que Platón organizó como ideal para alcanzar la felicidad de todos sus habitantes. Veremos que en su organización ideal seguimos vigentes, tanto en el uso legítimo de la mentira como en la vituperación a los niños y a las mujeres.

De hecho, ¿qué le ha servido a la misma Grecia después de 2.400 años de filosofía platónica, para ser actualmente el país de mayor crisis económica de la Unión Europea?, ¿qué nos han servido las oraciones en “masa crítica” si en el Mediterráneo mueren personas cada día?

Recuerdo una conversación sostenida con otro burbupeuta que manifestaba sin ningún tipo de complejo que en España no podíamos recibir a tantas mujeres y niños que huían de las guerras del Medio Oriente porque no estábamos en condiciones de mantener a tanta gente “ilegal”en el país. Yo le comenté que nuestra consigna debería ser que ningún ser humano fuera ilegal en el mundo y este enseguida se justificó con la explicación del karma de los países. Luego, se fue a dar una charla de la abundancia del universo...

 

El discurso ideal de Platón era tan abstracto e insostenible, que no le costó mucho a Aristóteles rebatírselo, a cambio de otros planteamientos no menos elitistas, absurdos y machistas (valga la redundancia).

Muchos burbupeutas nos sentimos superiores al dominar esos discursos rebuscados, sintiéndonos por encima de aquel que no logra discernir, creyendo ciegamente en esa posibilidad utópica de la felicidad prometida, llegando a dominar también las teorías, haciéndose artífice de palabras sin contenido.

Y en este pequeño Estado platónico de la Burbuja, avalado por los medios de comunicación, los libros de autoayuda y los difusores que viven de sus charlas de consciencia, nos encontramos ante la ausencia del activismo civil, la denuncia y nuestra verdad. Somos capaces de dejar un trabajo estable para hacer yoga y beber batido con apio, entrar en la secta, en el idealismo utópico y en la confección de un mundo donde no se cuestiona ningún comportamiento humano, ni se tiene posición política alguna.

 

La consecuencia es la disociación de nuestros verdaderos sentimientos, por miedo a no encajar en esa falsa supremacía de la evolución y la iluminación. Porque ser negativo es malo, porque la prudencia es traducida como pesimismo y cualquiera puede llegar a montarse un Centro de Terapias con formaciones no regladas, sin código ético profesional y con la nefasta confusión a la que podemos hacer caer a muchos inocentes.

Mientras más seguidores tengan el burbupeuta que sabe más de Juanita que Juanita misma, va creciendo la embajaduría del universo de las posibilidades, pasando por alto la demanda del cliente que no puede sostener por sí solo la pena de una injusticia, de un maltrato o una depresión. De algunos seguidores, el burbupeuta escoge asu séquito y se alimenta de las carencias de este, haciéndole creer que están en el camino de la iluminación. Por supuesto que se etiqueta de ignorante y poco preparado para el camino al escéptico o al que mínimamente se cuestiona.

 

Emprendí un viaje de investigación para saber los orígenes de este idealismo del pensamiento positivo y, aunque las raíces son religiosas en parte, por otra son filosóficas.

 

Dónde está Platón en nuestros días es una pregunta que iré contestando en cada capítulo de este libro, como persona pensante, cuestionadora y desertora de la Burbuja.

Seguimos en la guerra en el nombre de Dios que fue sustituida por un universo-sirviente que asiste a nuestras peticiones varias, desde encontrar un estacionamiento hasta tener una casa. En mi búsqueda compartiré que el discurso positivo es el catolicismo soterrado y dominante de nuestro Estado, construido en pro de una nueva esclavitud con cadenas de inconsciencia, resignación e irrealidad. Somos los buscadores de la felicidad en un Estado que nos educa cual liebres detrás de la zanahoria.

 

NINA ROCHA (Autora y colaboradora de RedUNE)

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