RESPIRACIÓN CON FERICGLA Y SUS JUEGOS PSICOLOGICOS PERVERSOS

Participé en mi primera experiencia con respiración alterada a los 21 años. Corría el año 2001. Fue con Josep M.ª Fericgla, aunque no fue el primer encuentro que tuve con él. Previamente a este taller, un antiguo amigo y yo le hicimos una entrevista para una revista del ramo paranormal con la cual Fericgla quedó bastante disconforme. Hubo torpezas varias por nuestra parte (llegamos tarde a aquella entrevista, la grabadora registró el sonido bajísimo, y no hicimos foto alguna del momento; las fotos para el artículo nos las dejó él mismo, las cuales le reclamó semanas después a mi amigo de forma un tanto airada); y Fericgla intentó modificar la entrevista cuando le pasamos el borrador sin mucho éxito (su argumento fue que al preparar el artículo se debían omitir palabras cliché que se suelen decir al hablar -la suya era «básicamente» -, lo que le sirvió de excusa para edulcorar mucho sus palabras, cambiando cosas más o menos controvertidas que él había dicho, y echarse flores). 

Finalmente, se publicó dicha entrevista como mi amigo y yo la concebimos en principio, con lo cual empecé ya con mala pata con este señor.

Para el que no lo sepa, la técnica para llegar a estados alterados de consciencia de la que se habla en este artículo es la respiración holotrópica u holorénica, la cual consiste en respirar de forma acelerada, una forma de hiperventilación en la que el cerebro entra en hipoxia (por lo que leí al mismo Fericgla. No sé si este término es correcto, creo que otra forma de definir esta hiperventilación es la hipocapnia).

                                                    

El curso costaba 40.000 pesetas por participante, creo recordar. Más o menos 240€. Incluía alojamiento, desayunos, comidas y cenas. 

El taller empezó un viernes por la tarde-noche, y finalizó un domingo. Era todo un fin de semana completo. 

El viernes por la noche, Josep M.ª Fericgla nos pidió que le describiéramos en pocas palabras los problemas que teníamos en la actualidad. Yo le comenté brevemente cosas de mi familia y de una ruptura amorosa.

Como consecuencia de esta charla, me pidió que realizara una serie de dibujos (cosa que les pedía a todos, dependiendo el número y el motivo de tales dibujos de las características personales del sujeto en cada caso, supongo), a saber: «Yo», «Yo y los demás», «Las chicas y yo», y «Mis padres y yo». 

Al día siguiente, por la mañana, dieron comienzo una serie de ejercicios que iban destinados a la apertura emocional, el supuesto desarrollo de la intuición y la concienciación de la muerte personal relacionada con la emotividad hacia los seres queridos. 

La verdad, nada de esto me dejó con buen sabor de boca, ya que tan solo hallé cosas que ya sabía. Con esto no quiero decir que esperase algún tipo de iluminación ni nada parecido. Lo que menos deseaba era repasar cosas de las que ya era consciente desde hacía algún tiempo gracias a sueños que creía mucho más clarificadores y significativos. 

El taller fue desarrollándose dentro de la normalidad, cumpliéndose los objetivos prefijados antes de la experiencia, esto es, apertura emocional y unidad grupal al más alto nivel. Había ejercicios de distinto tipo. De lo que yo recuerde, había uno en el que debíamos dejarnos caer hacia atrás desde cierta altura en una colchoneta de espaldas. Había otro en el que nos teníamos que imaginar que habíamos muerto, y escribir una carta de despedida a nuestros seres queridos. También baile, mucho baile, con la música muy alta. El baile iba intercalándose al resto de ejercicios. Había varios de estos ejercicios en los que teníamos que vendarnos los ojos. Uno de ellos consistía en hallar a Josep M.ª en la estancia intentando utilizar una especie de guía interna. Todos lo encontraron en una franja de tiempo más o menos aceptable, menos «N» y yo, que tardamos más que los demás, teniendo que unir al final nuestras fuerzas para lograr nuestro objetivo buscando apoyo el uno en el otro. 

La mayor parte de los ejercicios, creo que eran para fomentar la confianza ciega en el otro, o en los demás. 

Después de esta serie de ejercicios, se nos pidió emparejarnos. El sábado por la tarde respiraría uno de los componentes de esa pareja, y el otro lo cuidaría. Al día siguiente, por la mañana, se invertirían los papeles. 

Al fin llegó el momento de la supuesta catarsis, y la mitad de nosotros nos preparamos alegremente para «morir», delegando la responsabilidad de nuestro cuerpo a nuestro acompañante, a Josep M.ª (que era nuestro guía en común), y a «Y», su ayudante. 

Y pasó de todo y para todos los gustos. 

Mi experiencia, tal cual yo la recuerdo, fue de lo más confusa en el momento de la supuesta catarsis. La verdad es que me costó lograr el estado requerido. Cuando la música se hizo más serena y relajante, yo seguía con esa respiración acelerada que me debía proporcionar la enajenación mental. Oía gritos y lamentos, era lo más parecido a lo que yo pensaba que podría ser un manicomio, pero estaba tan concentrado en mis sensaciones personales que no me preocupaba en exceso, si bien una parte de mí retenía todos y cada uno de los gritos. Josep M.ª Fericgla se acercó un par de veces para manipularme. Esto, supuestamente, soltaría mis sentimientos reprimidos para facilitarme la experiencia, pero me molestó y entorpeció sobremanera (este fue uno de los puntos más conflictivos del taller, del que hablaré más tarde). Los puntos en los que me aplicó presión eran el plexo solar y el bajo vientre, causándome gran dolor. 

Aparte de estos detalles, lo que fue la experiencia en sí llegó más tarde, considerablemente más tarde. 

De repente mi mente experimentó una sensación difícil de describir con palabras. Fue como la expansión de una nube que no sabía que llevaba dentro, en la que se hallaba implícito un placer descargado de todo propósito. 

Y así, sin más, me dejé arrastrar por mi propia interiorización. La visión fue degenerando en una sucesión de imágenes inconexas y caóticas como las que se tienen antes de que el proceso del sueño dé comienzo. 

Al finalizar la supuesta catarsis, abrí los ojos. Lo primero que hizo mi compañera fue abrazarme. Al poco, llegó «Y», y se unió al fuerte abrazo al tiempo que musitó: «bienvenido». Una creciente sensación de desasosiego creció en mi interior. Bienvenido, sí, muy bien, pero… ¿de dónde? 

La certidumbre de que la prueba había sido un fiasco la tuve en ese nudo en la garganta que me proporcionó tanto abrazo y muestra de cariño, ya que eso iba destinado a alguien que hubiese atravesado otro tipo de lance distinto al mío. Decidí salir en ese mismo instante de la habitación. «A», mi acompañante, me siguió, y le relaté brevemente lo sucedido.

Después de mi amarga decepción y de que Josep M.ª nos diera tiempo para escribir y relajarnos, nos reunimos todos en círculo y Josep M.ª nos indicó que sería bueno que cada uno comentara su experiencia. Y, efectivamente, cada cual comenzó relatando lo ocurrido en el momento de la supuesta catarsis. 

Todo me parecía espectacular; era increíble porque… ¡todos parecían haber tenido una experiencia de lo más asombrosa! Estaba escuchando boquiabierto todos y cada una de los relatos, y me desasosegaba de tal manera que decidí no comentar mi supuesto fiasco por no romper el buen ambiente que reinaba en la estancia. Eran tan fuertes los vínculos que habíamos creado en el grupo, que me pareció que si comentaba mis ideas en ese momento, la iba a cagar, iba a destrozar todo aquel «buen rollo». Pero, como descubriría poco después, yo no era el único que sentía esta discordia interna; es más, hubo quien se sentía peor que yo… 

Este sentimiento fue algo importante. Todo estaba orientado hacia la culminación con éxito de la experiencia, pero… ¿qué pasa si la experiencia no parecía haber surtido efecto? ¿Cómo encajaba esto el que dirige el taller? 

Una cosa que repetía Fericgla, no solo durante ese fin de semana, sino en todos los encuentros posteriores que tuve con él, es que fuera de allí no nos iba a entender nadie, algo que era manifiestamente falso. Así lo entendí entonces y siempre; desde el primer momento en que escuché esas palabras hasta la fecha es algo que me ha estado chirriando constantemente. 

Como iba diciendo, en aquel instante me sentía desasosegado. Era un sentimiento como el que tiene un niño reprimido cuando se siente menospreciado por sus amiguitos, aunque estos no tengan conocimiento de su estado. 

Le llegó el turno a «N», y todo cambió. Me reconfortaba la tranquilidad con la que expresó la crudeza del hecho de que ella no había pasado por las maravillosas experiencias que los demás relataban, y no es que se me antojasen maravillosas por el aparente hecho de ser benéficas o traumáticas, sino por el simple hecho de haberlas tenido, de haber atravesado el lance. 

Cuando «N» hubo relatado su no-experiencia y expresado su disconformidad ante el volumen de la música, Josep M.ª Fericgla puso en práctica una especie de juego psicológico. Dijo que ella misma se había puesto al lado de uno de los altavoces y que, si tanto le molestaba la música alta, que por qué lo había hecho, dando a entender que ella misma se había buscado el que la experiencia fuera nefasta (sic)... 

He de reconocer que si «N» no hubiese hablado, yo no me hubiera atrevido a hacer lo propio, ya que era más fuerte en mí el sentimiento del ridículo encubriendo al de la cobardía que el de la simple y llana sinceridad

Entonces, y ya aprovechando el mazazo del disconformismo, intenté expresar con palabras las escasas y caóticas visiones que me habían surgido en el transcurso de la supuesta catarsis. Comenté que la mayor parte de mi experiencia la había conformado una serie de imágenes inconexas entre sí como las que se tienen en el duermevela precedente al sueño. Luego intenté esbozar de alguna manera la interpretación que le daba a alguna de las visiones… Pero era una misión abocada al fracaso, ya que no me expresaba con claridad. 

Ya para finalizar, dije que había tenido sueños mucho más significativos y clarificadores en cuanto a aspectos desconocidos de mi vida que aquellas visiones, las cuales no hicieron otra cosa que indicarme cosas que ya sabía.

También comenté que mis sueños jugaban un papel muy importante en mi vida (por aquel entonces, era así), ya que para mí suponían una gran herramienta para desentrañar los entresijos de esta. 

Y aquí dio comienzo el toma y daca del juego psicológico del guía hacia mí. Josep M.ª intentó «pillarme» en un principio dándole la vuelta a algunas de las afirmaciones que había mantenido. Planteó la duda de que, si bien mis sueños suponían algo muy importante en lo que basar la interpretación de mi vida, cómo era esto posible si yo mismo había dicho que había tenido una serie de visiones caóticas como las de mis sueños. Tuve que volver a matizar que las visiones tenían paralelismo con el estado precedente al sueño, no al mismo sueño. Sabía perfectamente por dónde iba con este juego, lo cual me parecía de lo más absurdo y ridículo proviniendo de quien provenía, ya que por aquel entonces le tenía en una alta consideración. 

Entonces dirigió sus planteamientos en otra dirección, y continuó diciendo que era realmente difícil basar u orientar tu vida en torno a la interpretación de tus propios sueños, que no era correcto seguir este camino y que ni él mismo era capaz de hacerlo. Dio por finalizado su discurso asegurando que yo debía haber leído la información referente a la interpretación onírica en «algún libro de OVNIS» (supongo que lo dijo por mi afinidad a las publicaciones del ramo paranormal), y que me planteara el tratamiento psicológico. Lo único que me atreví a contestar ante tan estrafalaria conclusión era que me había prejuzgado, ante lo cual tan solo obtuve la respuesta de una mirada que caía al suelo acompañada de un evidente silencio. 

Tuve la sensación de que Fericgla se cobraba el revanchismo, no solo de que en mí no funcionara la técnica (algo que no estaba en manos de nadie), sino también de su descontento con la entrevista que le realizáramos meses antes. 

Como complemento al ambiente «distendido» del que gozábamos en ese momento, le llegó el turno a «Ch». A él le pasó algo parecido a lo que me pasó a mí, solo que a él y a su hermana se les jodió toda la experiencia por culpa de las controvertidas manipulaciones a las que nos sometía Josep M.ª guiado por alguna extraña mezcla de «intuición» y experiencia (según él). A mí, en mi caso particular, lejos de ayudarme, me molestó mucho, y no estoy refiriéndome al dolor; si esto me hubiese servido para llegar al estado de alteración, lo hubiese aceptado gustoso en aquel instante. 

Él (Josep M.ª), se defendió poniendo en práctica de nuevo el juego psicológico, diciendo que cuando alguien le decía «basta» (que era la palabra acordada de antemano para que cesara las manipulaciones en caso de que el dolor se volviera insufrible para alguno de nosotros, estilo palabra de seguridad para que cesen las actividades BDSM), dejaba de aplicar presión en los puntos clave. Pero esta vez tampoco le sirvieron de nada sus insostenibles argumentos, ya que «Ch», según dijo, había estado consciente durante todo el desarrollo de la experiencia, y se encontraba totalmente seguro (y de qué manera) de haber dicho «basta». 

Al día siguiente nos tocó hacer de acompañantes a nosotros, y hubo algunos que tuvieron doble trabajo, ya que de los más contrariados, tan solo permanecimos en el taller «N» y yo. Me resultó fascinante ver a todas aquellas personas atravesando la supuesta catarsis, y quedé convencido de la autenticidad de la experiencia en aquel entonces, a la par que plenamente satisfecho y realizado gracias al papel de acompañante desempeñado por mí aquel día. 

«I» se encontraba a mis pies, y «N» se encargaba de cuidarle. Josep M.ª se acercó y le empezó a presionar, ante lo cual, el hombre, gimiendo de dolor, profería una y otra vez «basta». Pero Josep M.ª no paró, y «N» y yo cruzamos una significativa mirada. «I» decía no recordar nada una vez finalizada la experiencia, pero creo que, como dato, no está de menos el recordarlo y tenerlo presente. 

Otra discordancia a lo largo del fin de semana la tuvimos con la dueña de la casa donde estábamos. Ella también participó en el taller hasta el momento en el que estalló contra Fericgla, no recuerdo ahora si fue durante una comida o desayuno. La mujer, entre lágrimas y gritando, criticó delante de todo el mundo la organización de Fericgla. 

Un tiempo después, hablé con «Ch» por teléfono, y me dijo que él había hablado con la señora en cuestión, y que por detrás, sin que nadie nos enterásemos, la estuvieron presionando con el tema del dinero que la pagaban por el alquiler del sitio, hasta que la pobre estalló.

Otro aspecto criticable, aunque esto es más de carácter personal, es el título del taller, y varias de sus prácticas; su nombre era «Taller de Integración Vivencial de la Propia Muerte»; lo critico porque en ese tipo de experiencias se puede dar la de pasar por un momento de muerte personal, seguida o no de un renacimiento. Pero no es el único tipo de experiencias que se dan en estos estados. De hecho, la mayor parte de las experiencias narradas por mis compañeros de taller no iban en esta tónica, dejando patente que, por muy dirigida que estuviera la experiencia a tal fin, parece ser que la mera sugestión no era suficientemente fuerte para alterar la naturaleza de estas supuestas catarsis. 

Tomar la parte por el todo, eso es lo que hizo Fericgla al ponerle aquel título al taller, y proponer cierta cuantía de prácticas destinadas únicamente a este tipo de lances. 

La vida da muchas vueltas, y a mí me ha hecho llegar a un punto en el que me atengo ante todo a un marco científico. Han pasado muchos años desde esta experiencia que narro aquí, y es gracias a un texto que escribí semanas después de aquello que he podido narrarlo todo con más o menos frescura. Si hubiera tenido que tirar de memoria para toda la narración, mal íbamos… 

El texto que escribiera en su día estaba lleno de magufadas varias, porque era el marco en el que me andaba por entonces, y era alambicado sobremanera. He intentado adecentarlo más o menos todo para que fuera liviano y fácil de entender, centrándome ante todo en la crítica hacia este señor y su nefasto quehacer

Aunque he respetado lo que he podido el espíritu de la narración original con la forma de pensamiento que mantenía por entonces, tengo que decir ahora que la técnica utilizada por Fericgla es una pseudociencia arriesgada cuanto menos, que para nada tiene el aval científico, y que no creo que sirva para mayor cosa que crear confusión e inducir a error a las personas que pasan por este trance.

RESPIRACIÓN HOLOTRÓPICA

 

¿Qué es?

Técnica respiratoria y de meditación por la cual se regresaría a cualquier situación traumática vivida, para supuestamente resolverla. La meta es llegar al momento del nacimiento para poder renacer. Aunque la terapia fue desarrollada por los psiquiatras Stanislav y Cristina Grof, quien más ha popularizado esta práctica es Leonard Orr, que ha potenciado estos talleres sumándole la posibilidad del rejuvenecimiento y la prolongación de la vida hasta alcanzar la inmortalidad que en realidad nos pertenecería como Seres Divinos.

¿Por qué es pseudociencia y no ciencia?

Como en el resto de prácticas relacionadas con la Nueva Era, no ha podido demostrarse que estos ejercicios de respiración sean verdaderamente efectivos para resolver traumas; sólo se ha demostrado que las situaciones de hiperoxia (sobredosis de oxígeno) causadas por los ejercicios generan efecto placebo.

NOTA DE LA REDACCIÓN:

Próximamente iremos ampliando cuantos documentos y experiencias nos vaya llegando de forma confidencial al siguiente correo: redune.infoayuda@yahoo.es

 

BUZÓN DE INFORMACIÓN CONFIDENCIAL

Cualquier información que nos quieras enviar de un grupo sectario. Enlaces en Redes Sociales ,webs, videos, fotos, etc. Tú anonimato quedara protegido